jueves, 26 de noviembre de 2009

19. Bosquejo de mi misma.

Soy como la niña que agachó la cabeza entre las rodillas mientras meaba,
para ver cómo caía el pis al váter.
Soy la mujer que lo hace.

Soy la peluquera del café,
con la cuchara rebano su tupé de espuma.
Observo tan delicada mousse en la cuchara,
como algo vivo que dormido permanece
y cuyo corazón latiente hace que palpite.
Lo como antes que despierte
y se revuelva.
Soy la chica que sueña.

Soy la que carraspeó,
la que saboreó el espesor sobre su lengua
y deslizó los grumos entre los dientes.
La que asomó la flema
para verla descolgarse lentamente de sus labios
hasta que el viscoso brazo rompa
y tenga que caer,
al suelo.
La que la observa entre el sucio terciopelo
que es asfalto:
la carretera se ha peinado con horquillas de colillas,
lleva perfume de humo y orina,
colgantes de chicles abandonados.

Soy la que se rasca con fuerza hasta enrojecer,
hasta ver puntos de sangre.

Soy como esa chica que hizo ese gesto tan obsceno,
que se llevó la mano al trasero
y se sacó la braga que se le metía entre las nalgas.


Soy la que ató su pelo laceo ese domingo
y se asomó al balcón a no ver nada,
a proyectar amor de nicotina sobre sus manos,
para su boca,
para sus pulmones,
para sus ansias y su alma.
Mientras,
escucha como el humo se folla al olor de humedad
y el domingo se avergüenza de haber elegido tan mal perfume
para su cuello.

Soy la que observó su vagina en el espejo,
como si fuese un paisaje hermoso:
cada vello y cada poro,
cada pliegue y recoveco
o dónde se pierde el fondo,
y los dedos,
y las manchas.
Lo que fue cauce
de arroyo blanco
que alguien regaló
a tus entrañas:
a mis entrañas.

Soy la que tocó una cicatriz en su brazo
con la ternura con la que tocas la mejilla de un niño:
suave
sobre la carne dura pasas la yema,
como la seda quiere amar a la lija
escribiendo sin tinta
dónde sólo hay papeles de piel violada.

Soy la que arrancó una lagaña de su ojo,
y la miró dormida en lo alto de su índice,
entrañable regalo del cuerpo
que me descubre cómo cagan los sueños.

Con una mano dentro del sujetador
toco mi pecho
y no me excita el tacto
de una piel contra otra piel.
Maté a Narciso.
Si buscan mis dedos de hiel
el calor de la teta desnuda.
Como el cachorro a su madre.

Soy la que venera lo que odia
y odia lo que siempre ha deseado.

Soy la que escribe en los libros
las sensaciones que le generan.

La que arranca los faldones a las uñas,
y juguetea con los pellejos entre los dientes
un rato antes de escupirlos.

Soy la que amontona granos de azúcar que se cayeron
y los moldea con el dedo.
La que dibuja con ellos círculos, espirales,
una teta, …
sobre la mesa.

La que mira obnubilada como el fuego devora el papel del cigarrillo.

Soy la que se detiene un momento,
se abstrae, abstraigo,
de misma:
ella no sabe dónde está.
Y al volver todo es demasiado real
tanto que duele,
como caer.

Soy como tú,
y como él,
y como aquella,
y como nadie,
como la nada,
como ninguno.

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