miércoles, 15 de julio de 2009

13. Problemática mental de los recuerdos

A menudo los problemas los generamos nosotros, atormentándonos en recuerdos que nos negamos a olvidar por egoístas: porque son nuestros, nuestra propiedad más valiosa, aquello que nadie nos podrá arrebatar.

Yo creo que el tiempo pasado no fue mejor, pero parecía serlo porque quedaba entonces más tiempo para tratar de cambiar las cosas. El tiempo pasado era mejor porque aún teníamos tiempo para que lo demás fuese distinto.

Los recuerdos son solamente datos del ayer, y así deberíamos verlos. Datos de los que sacar conclusiones para el hoy. Cargarlos de emotividad los convierte en un recurso constantemente reclamado para aquellos que en sus vidas vacías tratan de sentir algo. Son un rasgado salvavidas para fracasados, que acabará por hundirles en lo más hondo de su desgracia.

Por todo la memoria de pez es tentadora, no sólo porque con ella habría de llevarse los malos recuerdos, sino porque impediría que nos acurrucásemos en aquellos tiempos mejores, o relativamente mejores, que ahora por ser mejores nos hacen sentir tan mal.
Y esto me lleva a una pregunta: ¿Nos hacen las experiencias o lo que recordamos de ellas?

12. Una reflexión

Hace tiempo que no comprendo nada de lo que ocurre dentro de mi cabeza. A veces se asemeja por un breve tiempo al modo en el que funcionan las de otros: más inteligentes, menos ... Y de pronto, sin previo aviso, vuelve a ser esa cabeza distinta, esa cabeza puramente teórica que esgrima el mundo con palabras para definirlo, o explicarlo o insultarlo hecho porciones de sátiras y sarcasmos desagradables. Y no puedo entender porque viene y se va, porque fluye como una corriente de arenas movedizas en las que de pronto toda cordura es atrapada y tragada al interior.

Habitualmente, que la cabeza se asemeje a la de otros implica que te comportes de manera similar a los otros y que pases desapercibida entre el resto como una especie de acepción social o un amago de integración. Pero cuando la cabeza es distinta, cuando abre conversaciones en momentos “inapropiados”, habla de temas “censurados”, en situaciones “vetadas” y espeta al resto la pura lógica de lo que ve y lo que le rodea, de que la mierda huele más si la remueves, de que si el cielo esta negro lo más probable es que llueva, de que así como soy un ser que vivo también habré de ser un ser que muera, momento de palabras en que la integración a esa masa homogénea se va al carajo.

11. Sobre la locura

A menudo pienso en la razón, en el por qué y en el cómo de estar loca. La ambivalencia de si estoy loco o cuerdo, de si me quedo o me voy, ... ¿Importaría realmente que alcanzase alguna de esas respuestas? ¿Qué cambio habría de suponer entonces?

Quizá no logre resolver nunca, ni yo, ni nadie, la encrucijada entre locura y cordura y como la locura parece ese don iluminador que te permite ver la realidad y comprender todo aquello cuanto te rodea. Quizá de ahí que estemos perseguidos y seamos diagnosticados, etiquetados y tratados en pro de conseguir que el funcionamiento de nuestra mente deje de ser tan particular y se una a esa masa mediocre de mentes tan similares a las del resto. Sólo entonces estaremos clínicamente sanos. Después es cuando llega el ser socialmente aceptado y el cambio de la etiqueta por la que tiene el rótulo de NORMAL. Ahora sí que podremos integrarnos en la maravillosa vida homogénea con el resto que la sociedad ha preparado para nosotros, y transitar por ese pasillo, como el del hospital que trataban de evitarnos, hasta morir.

¿Qué las cosas cambian? ¿Qué los tiempos cambian? No, no lo creo. Quizá raspaduras externas produzcan lesiones en el contorno, pero no cambios estructurales, no grandes cambios internos que supongan una revolución, un despiece, una nueva estructura. ¿Qué ahora tienes más oportunidades de las que tuviste ayer? Tampoco es cierto. Cada patraña encubre una mayor que no te deja expresarte libremente, que te coarta y te coacciona hacia donde quiere que se dirija tu barco. A veces son patrañas sociales, patrañas que generan los entornos, a veces es un compañero o un familiar que se convierte en un obstáculo hacia esa meta absurda para él, alguien que te coarta, te ha coartado o te coartó. Pero puedes eludir esas patrañas por un tiempo, fingir que no están, o que no te importan, o que no te influyen lo más mínimo, pero las patrañas son una especie de “dios2 infinito en el espacio y en el tiempo y actúan a su propia voluntad, viene y van y se te chocan en frente cuando creías haberlas superado.

¿Y qué yo vea esto significa que estoy loca? ¿Qué padezco algún tipo de desorganización interna? Tampoco lo creo. Y desde luego no lo apruebo, es sólo una manera diferente de mirar, sólo una distinción más. ¿Por qué yo he de ser la loca y no tú?
La locura es relativa a los ojos del que mira, sobre todo, cuando en teoría, paciente y médico podrían intercambiarse su papel.