jueves, 16 de abril de 2009

7. Rememorando viejas filosofías.

Haciendo memoria e invesigando en subcarpetas del PC me he encontrado con un especie de ensayo a dos episodios que escribí hará más de dos años, y a los que me remito mucho como un pequeño esquema de filosofía barata, para explicar y explicarme muchas cosas del comportamiento de mi misma o los demás.


CAPITULO1. “Debacle racional”
Me fugué. Me fugue de mi vida por la puerta de atrás. Me fugue de mi vida sin pensar, y arranque de mi ser el ``sentir´´ algo, el experimentar. ¿Por qué? Simplemente decidí dar por finito y acabado el pensamiento ``racional´´ y torturador, perpetuo e hiriente del hombre actual.

En el vagar de mi mente por su enramada estructura me di cuenta del idiota y absurdo comportamiento del hombre que encuentran hoy. Nacemos preprogramados para aprender, pero influenciados por el contexto en que lo hacemos. Somos seres motivados, en el sentido de que siempre existe un móvil que dirige nuestras acciones hacia una meta. Somos pues ``interesados´´ y ambiciosos por naturaleza. Pero a la vez somos animales emocionales, respondemos fisiológicamente a determinados estímulos externos, en función del significado que otorgamos a distintas situaciones. Somos un cómputo biológico-experiencial como organismos dependientes de nuestras propias facultades y comportamientos biológicos, pero también del contexto social en que son desarrollados. Y por tanto, al depender de tantos y tantos factores que subyacen a estas dos grandes estructuras, el desarrollo humano será perfectamente variable en función de la variabilidad de cada uno de esos múltiples factores. Por tanto, como organismos dependientes de tantos y tantos factores, ¿podrá ser algo absolutamente predecible?

Sin embargo el individuo actual parece creer poder, más bien, deber predecirlo todo y constantemente somete su vida a profundos análisis que ocupan su tiempo rebanando hasta el último centímetro de su ``racionalidad´´ .

El entendimiento de la vida como un desarrollo de la esfera personal y la autorrealización fomenta un distanciamiento para con los demás que dormita sobre el lecho de la independencia y la originalidad, como valores fundamentales. Nos creemos dioses, en el sentido del constante reclamo a la autodeterminación cual el dios de Aristóteles que era causa y efecto a la vez.

La constante llamada al mundo del sentir, dónde todo es perceptible y por tanto ha de generar mil y una sensaciones provoca individuos auto reflexivos, que permanentemente evalúan el mundo, a los demás y sobre todo a si mismos, individuos dudosos e inseguros, cuya constante evaluación de sus propias emociones altera el modo de que han sido percibidas. Sobre esta base tan endeble, el individuo sigue dudando, fomento de un distorsionado Descartes que dudando de todo en la oscuridad, alcanzó la verdad absoluta de la cual no podía dudar. Mas sí, el individuo duda aislándose del mundo, pero ¿llega el hombre de hoy a conclusiones indudables? Permanentemente dudosos, permanentemente inseguros no habrán de hallar certeza sino más auto evaluación que será madre a más dudas y aun más interrogantes que generen así un individuo insatisfecho. Esto no gusta, y el individuo se encamina hacia una búsqueda de la felicidad como fin último en su vida que apague su ardiente insatisfacción. Sin embargo esta búsqueda no lleva nada, cómo la excitación sexual, la felicidad sólo aparece cuando no ha sido buscada, porque del mismo modo ni siquiera sabrás que ha aparecido, simplemente te limitarás a vivir el momento sin plantearte si la felicidad ha llegado a tu vida. Sólo cuando no lo seas sabrás que entonces lo fuiste y sabrás del mismo modo no haber sido consciente de ello. Si entonces no auto evaluabas tu estado de felicidad, si entonces no te preguntabas acerca de ella, ¿no habrá esto de demostrar lo enfermo del raciocinio del hombre actual?

Pero el hombre de hoy busca su felicidad en base a esa golosa idea de un permanente estado de euforia, que la sociedad actual nos presenta como posible. La publicidad y el mercado de consumo generan individuos cuya conducta ha variado a la par que sus flujos motivacionales. El objeto de la motivación es ahora desproporcionado, generalmente materialista y guiado por gustos y caprichos, por tanto pasajeros que generan individuos insatisfechos y frustrados ante metas inalcanzables por ser desproporcionadamente ambiciosas o por ser temporales afines a los gustos del ``genio ejecutor´´ .

Si bien pensando en esto no hallaba solución aplicable al contexto de la actualidad que no supusiese un cambio del propio contexto, culpé al pensamiento y el acto de pensar y decidí dar por concluido mi raciocinio errante y causante de mi egocéntrico malestar, para dejar fluir la vida hasta mi tiempo, sin preocuparme por lo que habría de llegar, quizá, a juicio de algunos, abrazando la idea de destino al dejarme marioneta a sus manos. En todo caso llegué a considerar el pensar enfermedad que habría de torturar mi alma hasta lo incalculable, y habría de suponer debacle de mí mismo pues no habría de hallar libertad alguna. En base a la búsqueda de este derecho que me convierta en persona por medio de mi elección, ¿cómo habré de poder elegir con un pensamiento dudoso, traicionero y constantemente contaminado y condicionado por las evaluaciones desmesuradas que alteran mi percepción? ¿Cómo habré de elegir acerca de aquello que percibo, cuando lo que percibo no es aquello que creo percibir? Y de acuerdo con esto, no podría considerar mis elecciones mías, y por tanto sin ``verdaderamente´´ poder elegir, ¿cómo considerarme libre?

Ante estas conclusiones llegué a considerar verdugo al pensamiento de mi propia libertad, y hallé entonces como única salida el abandono pleno de mi pensamiento racional.
Comenzaba así mi vida como animal, guiándome por instintos y estímulos a los que dar respuestas aparentemente limpias ( y digo aparentemente limpias, pues como ser humano, imposible sería la eliminación completa de todo acto por mi parte de razón. )
Que el instinto me guíe por las sendas que el mudo habrá de presentarme, aléjate razón de toda mi elección pues sin poder pensar habría de sentirme aún más libre que debiendo pensar.




CAPÍTULO 2. Superado el pensamiento nace el animal

Perdido el tesoro aparentemente más preciado, un abanico de sensaciones inimaginables, comencé a ver mi vida como un espectador, que sólo es partícipe para dar al botón del play.
No pensé, no había necesidad, me limité a percibir un mundo limpio de mi propio caos interior. Saboreé el gusto de una nueva concepción de libertad, más viva ahora que nunca, carente de reproches y, sí, despreocupándome un poco de mi responsabilidad. Sin hallarme permanentemente consciente, la seguridad regresó a mi lado, y la confianza era un concepto que se hallaba en mí sin tan siquiera plantearlo. No había problemas ni amarguras, pues no puedo percibirlos como tales si no soy capaz de analizarlos y procesarlos constantemente como problemas. Utopía parecía realizable.

Continué mi vida limitándome a vivir. Amé sin plantearme si amaba, disfrutando del sexo concebido como tal en un caos de sudor y saliva, me cerré tan sólo a dejar llegar la vida a mi. ¿ Erré? Probablemente. La propia naturaleza emocional del hombre trae consigo el pensamiento, y tarde o temprano habrás de pensar, entonces regresaras al caos, a la duda constante de tu egocentrismo puro donde sólo habrás de importar tu.

Las cosas no son para siempre, todo tiene un principio y un final. Es como las relaciones, mitificadas en una pareja perfecta que ha de entenderse en todo momento. Mas al fin de la comedia empieza el drama, y el drama siempre llega: la convivencia. ¿Y los años? El amor del pasado se desintegra poco a poco como leña consumida por el fuego, y cual polvo en los estantes se acumulan los recuerdos, el cariño y sobre todo, ese acostumbrarse a la otra persona como alguien que sabes que tienes al lado. Pero, ¿perdura el amor? A mi juicio no, porque nada es para siempre. Si hoy el hombre se guía por caprichos, ¿no habrá de hacer lo mismo en el amor? ¿en las relaciones? Es dudoso, inseguro, ¿cómo querer sin saber realmente si quiero? ¿cómo querer cundo necesito plantearme si quiero?

El amor es irracional, porque no necesita ser pensado, sólo experimentado. Pero es el arma mayor que consigo trae el hombre. El amor duele, destroza, te obsesiona y arrastra al mundo de la locura, dónde crees poder ser dueño de lo imposible de poseer, crees poder domar la vida del otro, y crees deber hacerlo. Eres inseguro, caprichoso, contradictorio en base a ser a veces complaciente, a veces dañino,... Y es una droga, que una vez probada quisieras que se aleje tan solo unos instantes pero cuando lo hace quieres volverla a tener. Amigo deleitoso, torturador del alma, fomento de una idea de éxtasis permanente, dañino por naturaleza. Soy la aniquiladora del romance y el romanticismo, vale más un corazón frío y vacío que un corazón herido, sabiendo que la herida habrá de ser sufrida, sabiendo que el vacío podrá desvanecerse si no me planteo tan siquiera su existencia. Niégate a enamorarte, niégate a querer, no echarás de menos nada que no necesites, que no hayas deseado. Muerte al amor.

Como animal caliente guiado por impulsos me limité a complacer mis necesidades, en base al palpito de mi sexo sin preocuparme por la magnitud de lo sentido, sólo como un instinto de supervivencia. Las relaciones eran sólo mera satisfacción carnal, ¿por qué habrían de aportarme algo más? La base empalagosa del cariño, compañías forzadas, la familia las da. El amor verdadero reside en los amigos con quienes te sinceras, con quienes te diviertes, con quienes encuentras de nuevo ese estado de no pensar. Aportarán entonces las relaciones sentimentales sólo satisfacción de un mero reflejo animal.

Sobre este pensamiento construí mi vida ahora como animal.





Pese a todo el aplomo que pongo en la defensa de estas ideas, no busco adeptos a mis filosofías, considero que para hacerlo habría de ser la primera militante de ellas, y todos sabemos que soy tan puramente mediocre como el resto.

6. El Arte y El Artista.


En la foto : Meat Cable, 1966, de Paul Thek.


Estaba recordando el viaje a Madrid que hice hace un mes y mi visita al Museo de Arte Contemporáneo. Como estudiante de Historia del Arte, el arte me apasiona, pero no fue hasta el primer seminario cuando me paré a pensar acerca de qué es el arte. Resulta curioso la manera en que clasificamos el conocimiento en cajones, yo quiero pensar que no son herméticos y que cómo las galerías de las pirámides, conexionan un cajón con otro.

Ese día en el que preparé el seminario fue el primer día que me hice a mi misma la pregunta de qué es el arte, o lo que es lo mismo : ¿qué era el arte para mi?

En general concebimos el arte como un medio de expresión, que requiere de dos factores claves que son: el artista y el observador, que mutuamente interactúan por medio de la obra – el artista tratando de transmitir algo al observador, el observador esperando percibir algo desde el artista a través de dicho arte: como puede ser en un cuadro o una escultura.- En todo caso este arte tiene una intencionalidad: la de transmitir algo. ; y en general, esto es lo que todos entendemos por arte.

De acuerdo con esta definición yo podría considerar arte desde “Las Meninas” de Velázquez, con su intencionalidad de retratar a la familia de Felipe IV en un entorno cotidiano y familiar; cómo podría considerar arte una obra desfigurada de Alberto Giacometti en busca de alcanzar lo sublime por medio del ejercicio de nuestra propia imaginación situada en el contexto que él nos da, cómo podría considerar arte la meada de un artista exhibida el 13 de marzo de 1970 (tal y como recogía la noticia de un foro de internet).

Según esto yo consideraría arte a toda obra que ha sido creada con la única intencionalidad de transmitir algo: un sentimiento, un estado de ánimo, un pasaje histórico, o incluso una personalidad.

Ahora bien, todas las cosas realizadas por el hombre comparten algo fundamental: un diseño. Este diseño responde a cumplir una objetivo o solucionar un problema – es decir, que el diseño tiene un función práctica - , pero además se realiza con una forma determinada, unos colores determinados, un material determinado - tiene una función estética -. Por ejemplo: un teléfono responde a una función práctica de comunicación pero responde también a una función estética: hay teléfonos negros, blancos y rojos, alargados, redondos, de pared, o estilo retro,... y este diseño con función estética se dirige a crear objetos que nos resulten más bellos, más apetecibles, más agradables...

La pregunta sería: ¿Podría considerar arte estos diseños? Yo, de acuerdo con mi definición: no, puesto que para mi sólo sería arte aquello con una única función : la de transmitirme algo, y un teléfono redondo rojo puede resultarme muy bello pero, ni el creador tiene la intención de transmitirme ninguna emoción, historia o sensación, ni yo espero encontrarla : veo el teléfono por su utilidad, por muy bello e impactante que su forma y/o color pueda resultarme. Ahora bien, si un artista sitúa un teléfono en medio de una sala vacía con la intención de transmitir algo, si consideraría eso una obra de arte.

Llegados a este punto la obra de arte sería definida como el objeto cuyo contexto se presta a que el artista transmita y que el observador perciba.


En su día llegué a esa conclusión, y hoy la mantengo. Sin embargo hoy he pensado en el otro lado: en el artista como tal. Desde una apreciación más subjetiva, como un intento – probablemente fracasado – de artista que me considero, concibo al artista como un ser bastante desdichado, continuamente sometido a juicio, examen, e incesantemente mal interpretado.

Errante camino del que desprecia los sentidos, pero no menos errante que el de aquel que por entero se cobija en los mismos. Pobre vida la de aquel que desprecia la vida de por sí, ... el que ahogó sus penas y sus risas por completo en el mundo del sentir. No tomo aplomo, ni constancia, ni esfuerzo, ni vagancia, ni entendió nada de lo que hablaban en aquella sala de matemáticas, ni la política tuvo comprensión para él. Que ni tan si quiera usaba palabras, usaba sonidos : que cerraba los ojos y los veía, y los sentía , como un piano en su mente; se sumergían sus ideas entre las teclas como la mano, que acaricia con cuidado el blanco y negro, con los guantes de terciopelo como si se tratasen de dedos de porcelana , que no su mano, sino las teclas de aquel piano ... de su mente.

Escribe, toca y habla porque siente, y piensa sólo el sentido de lo que siente, algo tan fuerte que no puede descifrar, ... Se enmudece, al narrarle su vida al que no comprende : el que desde fuera parece obviar que se trata de una criatura desdichada. Que si alcanzar sus cotas tu pudieras , despídete de aquello que por completo conozcas, que al borde de su mente no hay cabida para aquello que no transmita algo al interior: toda tu vida. Tocará el nudo de tu corbata como si de la piel de un melocotón se tratara y habrá visto en su tacto algo desconocido para ti, que no alcanzas a comprender que no ve un nudo, ni tan siquiera un cuello o una corbata, puede que ni a ti.

Dejó de vivir en la cabeza, y vivió en el corazón, y que azotada por el viento sea así siempre, aunque salga el sol, o llueva, o se moje su rostro, por siempre sienta ... y al borde de la locura el que la mira, el que lo mira y mira su estado inalcanzable de perturbación. Elige si decides verle desde fuera porque lejos de su mente ya quedó que estés en ella.

Que el reflejo en el espejo se parece, porque míralo que estático enmudece, como él, como ella, como el que calla y siente. Que las palabras no son suficientes para explicarlo, sólo un sonido, la melodía triste del alba, o el baile fúnebre de un atardecer; el dueto de los enamorados que fervientes se dan a su deseo y su placer. Y elige ese momento y esa melodía, que lejos de sonar fuera, se crea dentro de ti, y fluye fuerte por tus venas, acompasada por el latir de tu corazón, por su latir.

No alcanzo a explicarte su desdicha , la de ella , la de él, la del artista que no es capaz de apreciar nada más que su arte, que se evapora la realidad de sus ojos y se torna borrosa la lógica : deja de comprender lo que todos hablan , sólo lo que siente tiene razón, lo que viene por dentro, lo que le mueve por dentro. Que pobre desdichada la vida del artista, que enmudece de pronto, que habló fuera de tiempo o de lugar, y prometió ser diestro cuando todos fueran zurdos y zurdo en un diestral, pero sin firmar promesa. Pobre vida la del artista que no tiene lugar que ocupar, porque no concibe lugar que ocupar, porque no hay nada que no pueda tocar ... en su mente . No hay, no existe viento que no se traduzca en música, ni pasión en color rojo, ni desilusión en la sangre de la muñeca que empapa una colcha.

Toca músico y compón poeta, deleita y que te aplaudan y te admiren y que te frustre, porque aplauden y admiran aquello que no comprenden y no sienten , lejos de percibir en ello lo mismo que tu, lo mismo que él, lo mismo que ella.

Si hubiera de concederle a alguien un mecido perpetuo en el regazo del sentir, tan sólo el artista tendría este privilegio. Al resto se lo amputo, aunque no me hagan ni caso, pues ¿qué es el ser humano actual más que una mera caricatura de todo lo que siente ha sentido y quiere o espera sentir? Una vez escribí que el entendimiento de la vida como un desarrollo de la esfera personal y la autorrealización fomenta un distanciamiento para con los demás que dormita sobre el lecho de la independencia y la originalidad, como valores fundamentales. Nos creemos dioses, en el sentido del constante reclamo a la autodeterminación cual el dios de Aristóteles que era causa y efecto a la vez. La constante llamada al mundo del sentir, dónde todo es perceptible y por tanto ha de generar mil y una sensaciones provoca individuos auto reflexivos, que permanentemente evalúan el mundo, a los demás y sobre todo a si mismos, individuos dudosos e inseguros, cuya constante evaluación de sus propias emociones altera el modo de que han sido percibidas. Sobre esta base tan endeble, el individuo sigue dudando, fomento de un distorsionado Descartes que dudando de todo en la oscuridad, alcanzó la verdad absoluta de la cual no podía dudar. Mas sí, el individuo duda aislándose del mundo, pero ¿llega el hombre de hoy a conclusiones indudables? Permanentemente dudosos, permanentemente inseguros no habrán de hallar certeza sino más auto evaluación que será madre a más dudas y aun más interrogantes que generen así un individuo insatisfecho. Es la imagen del que constantemente se pregunta si quiere realmente a su mujer, porque siente esto, siente lo otro, o siente un terrible excitación cada vez que se cruza con su vecina en el rellano. O aquellos que magnifican la idea del orgasmo y a quines habría que decirles, como un profesor me dijo nos dijo en una clase a los alumnos: créanme, que si suena el teléfono, lo oyes.

Sólo otorgo licencia para regodearse en el mundo del sentir al artista porque el mundo del sentir es su herramienta de trabajo dado que su trabajo es una comunicación constante que ha de establecer con su público por medio de los cinco sentidos. El resto, nos regodeamos en el absurdo.

5. Citas a Ciegas.

Todos hemos experimentado el grato placer VS intensa incomodidad que las citas a ciegas nos reportan.

Por lo general considero las citas a ciegas como un recurso extraño, quizá desesperado por conocer gente. Me explico: por lo general, bien sea en metro, autobús, tomándote una copa un sábado noche u ojeando cómics en una librería, la ciudad te tira montones de gente. Estas personas establecen contacto contigo – un “hola”, un “¿te puedo ayudar?”, un “¿te apetece una copa?” o un “¿Hacia dónde está la calle Jesús?”- o bien no lo establecen – porque pasan sin más o porque esperan una reacción tuya que no ha llegado -. De esas personas que establecen contacto contigo – es decir, ese – un “hola”, un “¿te puedo ayudar?”, un “¿te apetece una copa?” o un “¿Hacia dónde está la calle Jesús?” – tu decides si interaccionas – bien con un gesto, una palabra ... – o bien si desechas esa toma de contacto y la evitas, la obvias o la esquivas. Y aún más, de esa gente con la que interaccionas, puede que la interacción se convierta en un flujo mutuo que desemboque en el establecimiento de algún tipo de relación – la que sea – o bien que esa interacción sea puntual, momentánea y no repetible en otro tiempo y espacio diferente. Aún así lo que está claro es que la sociedad nos da oportunidad de desarrollar nuestra vida social fácilmente, o de manera relativamente fácil. Y si esto es así, ¿qué necesidad tenemos de pasar por una posible mala toma de contacto, una más que probable decepción, o “pasar un mal rato” buscando encuentros no casuales que se añaden a los que ya la vida, por el mero hecho de vivirla en sociedad, nos da , y que por supuesto no son mucho mejores.

Este es otro de los tantos razonamientos eminentemente obvios que el ser humano “se pasa por el forro que prefiera” para evitar ese comportamiento “lógico” –evitar las citas a ciegas- y arriesgarse a la catástrofe. Bien es cierto que una mala cita no es el fin del mundo ni la pérdida de la autoestima personal, pero si es un mal rato que no tenemos porque pasar.

Ahora bien, también está el otro lado de las citas: lo que sería el lado positivo, o el que la cita salga bien – algo que según mis estadísticas ocurre en un 80 ó 90 % de los casos-.
En ese supuesto, la cita habría funcionado: no sólo habríamos establecido una toma de contacto con alguien nuevo, sino que se habría producido un reiterativo y recíproco flujo de interacciones y ambas personas diríamos comúnmente que “han conectado”. En ese caso probablemente seríamos cínicos y adoptaríamos una actitud “pro- citas a ciegas” fruto mismo del agrado que nuestra triunfal cita nos ha reportado. Esto es un error básico del ciudadano medio cuya cabeza parece funcionar de la siguiente manera : recuerdo malo de A, recuerdo malo de A, recuerdo malo de B, recuerdo malo de A, recuerdo malo de C, recuerdo malo de A, recuerdo malo de B, recuerdo bueno de A, anulación de los recuerdos malos de A, A es bueno, B y C siguen siendo malos. Si ocurre algo bueno en una reiteración de la situación B o C, B y C también serán ahora buenos para mi. El error está en pasar por alto que la media de actos buenos de A y de actos malos de A es muy superior en cuanto a aspectos negativos que a positivos se refiere, y que un gran momento, como una gran cita a ciegas, no anula el hecho de que el 90 % de las citas sean incómodas, insustanciales, decepcionantes o simplemente un fracaso.

Ahora bien, ¿por qué, a pesar de estos razonamientos, nos movemos en un tiempo plagado de citas a ciegas? Hasta hace no mucho tiempo, las citas a ciegas se organizaban por iniciativa de terceras personas que coincidían en que debías conocer a alguien – Fulanito- porque “es ideal”, “me gusta para ti”, “te encantará”, “me pegais mogollón”. Pero los tiempos cambian, y hoy yo atribuiría la respuesta mucho más a internet, que se ha convertido gradual y desapercibidamente en nuestra principal agenda social: acudimos a él para informarnos de fechas de conciertos, de próximos eventos, de fiestas alucinantes, exposiciones, etc. ¿por qué no para informarnos de la gente en general? Y dentro de la gente en general, ¿por qué no para buscar a alguien en concreto? Internet es un mercado, con un enorme mueble expositor; en él encontramos desde música, a ciencia, pasando por moda, cine, literatura, prensa rosa, cotilleos, sexo, hasta personas muy concretas que se exponen como un objeto más en ese expositor ficticio de internet al que me refiero. Como clientes de internet, accedemos a ese expositor y consumimos esa música “on-line”, ese sexo en red o esa gente.

Que al ser humano le atraigan las citas es algo fácilmente explicable. Como seres motivados, en el sentido de que siempre existe un móvil que dirige nuestra acciones hacia una meta, constantemente nos enfrentamos a retos, puede que por elección pero si más por propia naturaleza. Una cita a ciegas supone emoción, intriga, curiosidad ... y de por sí es claramente un reto, es lo desconocido. Como algo desconocido, una cita a ciegas es algo que no podemos controlar, no es un terreno en el que sepamos como movernos aunque contemos con experiencias anteriores, dado que el terreno en el que hemos de movernos depende siempre de esa otra persona con la que vayamos a interactuar en esa cita. Ese desafío es el que incentiva la iniciativa de la persona en este campo.

Y, ¿qué buscamos en una cita a ciegas? Pasando por alto esa idea del reto, que es algo real y presente, pero presente de manera totalmente subjetiva – nadie queda a ciegas con otro alguien premeditadamente por incrementar ególatramente su autoestima mediante el desafío personal -, sino que más bien yo creo que en síntesis estaríamos hablando de sexo. La mayoría de las personas que se conocen por internet buscan sexo, ya sea de manera explícita o de una manera un poco más camuflada. Es totalmente comprensible: internet es una herramienta fácil y cómoda para todas esas personas, por suerte o desgracia, la inmensa mayoría, que carecen de tiempo para lo que viene siendo “ligar”, conocer gente, en definitiva, relacionarse en general. En este aspecto internet se convierte en una herramienta efectiva para tener compañía cuando la necesitas, puede quizá con 2 ó 3 días de margen de error.

Normalmente, y eso es lo poco racional que encontramos en este tipo de situaciones, la gente, sabe a lo que va. Explico: uno rellena un perfil en una página de citas – mueble expositor – y muestra aquello de él que quiere mostrar, así como aquello que espera encontrar en esa página, es decir, acota márgenes, dibuja un perímetro totalmente restrictivo de aquellos consumidores al otro lado de la pantalla. Después está el otro lado que decide si se encuentra o no en ese perímetro acotado, y que como va a responder al encontrarse dentro o fuera. De ahí mi metáfora del mercado: yo me vendo a este precio; puede darse que tu tengas el precio que te pido o que no lo tengas. Si no lo tienes puedes arriesgarte y regatear, y puede que yo ceda y venda, o que no. O puede darse que tengas el precio que pido pero que aquello que te vendo no te interese, en cuyo caso, ignoras mi oferta. También puede darse el caso – y eso es lo que espera tanto el que rellena un perfil, como el que observa los perfiles – que aquel que vende establezca un precio que aquel que mira tiene, y que el consumidor esté interesado en pagar ese precio.

Paralelamente a toda esa gente que busca sexo en internet, nos encontramos con los románticos soñadores, los menos, que buscan su media naranja. Hoy por hoy yo les diría que es raro comprarse algo en un mercado que dure para siempre. Y el consumo de relaciones en internet viene a ser lo mismo.

Bien es cierto que las citas a ciegas no son tan a ciegas como el nombre indica, y la propia red responde a ello. Vamos a nuestra cita con una idea premeditada de aquello que nos vamos a encontrar, es decir, físicamente casi siempre quedamos con gente de quien ya hemos visto una foto previa, y un poco más allá de lo externo, quedamos con gente por cuyo perfil sabemos de manera superficial que intereses tiene en cuanto a música, cine, vida social, relaciones o sexo. No obstante, a veces esta información, que en teoría sería una luz para no ir tan a ciegas, se convierte en todo lo contrario si la idea que hemos confabulado en nuestra mente, con esos datos, no existe en la realidad. En ese caso puede darse que la sorpresa nos agrade o que nos horrorice, y la última opción es la más habitual.

Lo bueno de las citas es que si ambos acudís con la misma intención, el factor práctico de la cita no os hará perder el tiempo ya que si ambos no congeniáis , no volveréis a quedar, y será un capítulo cerrado; algo mucho más sencillo que colgarte de alguien dentro de tu entorno que puede pasarse meses mareándote la perdiz.

La finalidad de las citas a ciegas es por tanto el consumo masivo de gente expuesta. Pero ¿qué hace que una cita funcione? Yo considero que una mera coincidencia de intenciones para con la otra persona, no basta, sencillamente porque esas intenciones nunca se mantienen homogéneas. Acudes a tu cita a ciegas con una idea X, que a la media hora de hablar con es apersona se transforma en una idea Y, si es idea Y es una idea negativa de la otra persona, probablemente te de igual que la conozca porque lo que deseas es salir corriendo de allí lo antes posible. Si la idea Y, por el contrario, es una idea positiva de esa persona que tienes en frente, lo más probable es que no quieras que la conozca tan explícitamente pero sí que pueda intuirla, dado que si explícitamente se lo dijeses lo más probable es que te catalogase de ansioso / a y por tanto un tipo desesperado que acude a la cita como medida de auxilio o algo por el estilo, y eso deja de ser sexy. Sin embargo si debe notarse un interés mutuo que ese si debe ser explícito porque, a fin de cuentas, el hecho de que una cita se produzca ya es una muestra de interés o de un relativo interés. Sin embargo, a pesar de que estas fueran las características de una cita perfecta, si los aplicásemos como guiones para una cita tampoco nos asegurarían al 100 % el triunfo: por nuestra parte podemos aplicarlos pero no sabemos como la otra parte responderá.

En todo caso, y pese a mi visión negativa de las citas a ciegas, yo les animo a que las tengan, porque toda experiencia nueva y desafiante es cuanto menos regeneradora mentalmente hablando en el sentido de que pese a que la cita o la toma de contacto con la otra persona nos aporte un catastrófico recuerdo de la misma, de seguro será un aprendizaje – para bien o para mal en nuestras citas posteriores – que no está bien desechar.
Y mi consejo viene porque hoy yo he tenido una gran cita ciegas – y digo yo, porque obvio que aún no se la reacción del otro bando – y para no contradecir mi teoría, como ciudadana media, pasaré por alto que un gran momento, como una gran cita a ciegas, no anula el hecho de que el 90 % de las citas sean incómodas, insustanciales, decepcionantes o simplemente un fracaso, y exaltaré el valor positivo de conocer gente nueva de esta manera.

miércoles, 15 de abril de 2009

4. ¿Qué narices es esto?

Escribir sobre mí se ha convertido en un constante reclamo de describir el día como si fuera el último o el primero, una constante evaluación de porque odio y un uso continuado de todo aquello que me provoca náuseas. Soy absolutamente predecible y entiendo que, a estas alturas, cualquiera que en otras ocasiones hubiera leído algo escrito por mí, y se encontrara ahora frente a un texto mío sin firma, sabría a ciencia cierta que esa cosa la he parido yo. Creo que estoy estancada en una espiral: la pescadilla que se muerde la cola.

Pero voy a quitarme culpas, que a fin de cuentas es lo que todos venimos haciendo desde el principio de los tiempos, y echárselas encima a la insulsa vida que llevo, en la que encontrar la inspiración puede ser más difícil que llegar a fin de mes.

Leo, pero no estoy por la labor de plagiar a los grandes, ni les pienso contar el último episodio de alguna serie de moda. Aunque puede que si sigo degenerando acabe por hablarles de si he ido al ginecólogo, si tengo cita para depilarme o de cuantas veces me masturbo al día.


Pero, ¿hablar para quién? ¿Quién coño lee esto y a quién cojones me dirijo? Más aún: ¿quién viene a perder el tiempo leyendo sensacionalismo barato de la vida de una tarada mental como yo? Cotilleo, morbo, aburrimiento. No espero encontrar bombillas luminiscentes tras la pantalla ni emprender un diálogo con mentes inteligentes que no vendrán a leer esta basura. A lo más que puedo aspirar es que algún friki se pajeee viendo mis fotos con cara de cachonda. Y esta realidad acaba de revolverme bastante el estómago.

martes, 14 de abril de 2009

3. Breve reflexión sobre el vicio.


Una vez me contaron que las brujas no volaban en escoba, y que en realidad era un mito proveniente de rituales que ellas hacían. La cosa era que las susodichas aplicaban aceite de mandrágora, estragón y similares al palo de la escoba y se lo metían por el coño masturbándose para que todo aquello se les subiese a la cabeza. Y volar volarían, pero por lo que sería el LSD de la época.No se si es cierto o no, yo a veces dudo de que el blanco de los dientes de la gente que me cruzo un sábado por la noche sea real, o que sea más bien el fruto de un dedo frotado con coca contra las encías a la luz de un urinario de algún pub de moda. La vida esta llena de vicios pero ¿quién inventó la palabra? El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española recoge que el vicio es “el hábito de obrar mal” como primera acepción. Ahora bien, ¿me dice que no puedo enviciarme de algo bueno, algo sano, algo puro? ¿Qué no puedo ser un drogadicto de la caridad o tener mono de adoptar cachorritos abandonados? No. Dice: Obrar mal. Y está muy claro porque es otra acepción que se las trae. En el capítulo de la M encontramos MAL, bastante más atrás de meón y en la misma página de maíz, debajo de majuelo, que no, no es un tio muy majo como todos pensamos. De MAL nos indica el famoso apócope de malo –pues claro, todos sabíamos que estaban compinchados- , y sigue con eso de : “sólo se usa antepuesto al sustantivo masculino” lo que me hace acordarme de ciertos machos que se merecen una buena patada en los huevos. Continua con : “lo contrario al bien”, vale, hasta ahí todo perfecto. Y ahora dice: “lo que se aparta de lo lícito y honesto”. Y yo le digo: ¿sabe cuántas veces la hipocresía me ha salvado el culo señor diccionario?¿Cuántas veces me he codeado con zorras de campeonato?¿Habría podido sobrevivir a esas hienas comportándome de la manera más honesta posible? ¿Es el bien lo cercano a lo lícito y honesto?Según esto el vicio sería el hábito de obrar alejado de lo lícito y honesto, pero si tu eres un depravado sexual que te gusta meterle a su pareja calabacines por el culo no te preocupes, no serás un vicioso si eres honesto, no hay viciosos en los centros de Reto, ni en la cola para la metadona porque todos son honestos ahora; ni por supuesto viciosos cuyo nombre en un chat sea Pedro y Carmen y no "Rabo2comunal" o "MissGragantaprofunda"Pero ¿saben?, son sólo palabras. Un montón de sonidos al que alguien otorgó un significado; esto esta bien , esto está mal, esto es feo, esto es guapo ... Principios impuestos libres del significado que cada uno pueda ver en ellos. En cierto modo puede que si exista un pequeño espacio para la autodeterminación y no todo sean plagios ajenos. Pero de la inexistencia del pensamiento propio ya les hablaré otro día.

2. Del “cómo me veo”, al “qué es la locura”, el “sexo” o el “entendimiento”; más múltiples chorradas de relleno.


¿Existen superhéroes mediocres? Si el destino del mundo dependiese de mi, probablemente no quedarían hazañas que contar porque jamás se habrían dado tales hazañas, y de haberse dado habrían sido tan sumamente absurdas que no se concebiría mención alguna en ningún párrafo que se precie. ¿Por qué? Como súper heroína mediocre quizá sólo pudiera agredir a mi enemigo con un ataque masivo de síndrome menstrual, caracterizado por una fuerte subida de humos a la que prosigue una portentosa lluvia de ostias. Si no diese efecto probaría a tirarle el tampón a la cabeza.

No creo en superhéroes, aunque si en “supervillanos”: antagonistas reales que hacen que tu vida sea un poco más mierda, y que tu mierda apeste un poco más, ese tipo de personas que son como pellizcos en la ingle, como espinillas en el culo o mocos resecos en la nariz, o cualquier cosa asquerosa que pudieses mencionar – o imaginar, ya puestos-, ese tipo de gente que te sobra. A veces me reconforta pensar que si no les miro y no les imagino, y les borro por completo del presente, el momento y la memoria, se convertirán en estatuas de sal que destrozará y se llevará el viento a su paso con un soplo fuerte y merecido, y jamás tendría que volver a preocuparme por aquella zorra de “tal”, aquel cabrón de “cual” o el mismísimo hijo de la gran puta “ese”. Pero como según me han dicho yo soy adicta a la melancolía y cual masoca, gozo con mi tormento, así que seguramente echaría en falta el ardor que me produce el asquearlos, la adrenalina que me sube al odiarlos, y el placer que me da imaginar de cuantas maneras podría matarlos. Pero la idea de matar es de ¿locos?

¿Quién estableció los parámetros de la locura?¿La diferencia entre loco y cuerdo? ¿Por qué tu eres normal y yo anormal? ¿Qué te hace pensar que tu elección es la correcta? A estas alturas difícil sería tratar de negar que en el fondo si me gusta mi interior, mis paranoias temporales o mis comportamientos extraños: tocar una pared y ensimismarme con su tacto mientras todo el mundo a mi alrededor piensa que estoy como una jodida cabra, o mirar al cielo mientras camino hasta que me doy cuenta de que estoy apunto de darme de bruces con una farola, coger suavemente la espuma del café con la cuchara para comérmela o mojarme las manos con agua fría al salir de la ducha. Probablemente esto sea lo más veraz que alguna vez podría decir sobre mí, probablemente lo más íntimo, y esa intimidad se compone de detalles.

¿Qué suponen los pequeños detalles? Hay refranes que dicen que las grandes cosas pueden cambiarse, pero que son los pequeños detalles los que componen la vida. Claro, y una mierda. Probablemente jamás una familia media se deshaga de la jodida hipoteca pero puede pasarse del pan blanco al integral. Claro que seguro que el refrán no se refiera a eso con detalles.

Es curioso. Mientras escribo escucho mis pensamientos como si estuviese manteniendo una conversación conmigo misma, o estuviese escuchando un monólogo: el monólogo de mis ideas; y me veo a mi misma ciertamente patética. Observen como salto de los toques intimistas en los que parece que voy a volverme sensible por momentos o incluso sacar una ficticia Amélie que pueda llevar dentro, al lenguaje salido directamente del camionero con la boca más sucia de la carretera, o me dan arrebatos sarcásticos, o hasta mi visión catastrofista del mundo puede resultar cómica. Soy la personificación del desastre más patético habido y por haber.

En cierto modo creo que experimento un cierto grado de bipolaridad. No me malinterpreten, no soy psicóloga ni nada parecido, ni hablaba talmente del TAB como la psicosis maniaco depresiva básica que todos conocemos, más bien me refería a un entendimiento bipolar conmigo misma: esa concepción de ser mi mejor amiga y mi peor enemiga, del amor / odio. ¿De dónde procede? Buena pregunta. Quizá mi amor interno choque drásticamente con el odio que siento por mi persona de fuera, y todo eso se mezcle como en una batidora y acabe saliendo lo que soy.

Ser, a todo el mundo le digo que soy una especie de viuda negra hiper pesimista y enfadada con el mundo, y lo cierto es que adoro el término, aunque simplemente sea verborrea – lo que por cierto, me sobra -.

Shakespeare dijo algo así como que es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras, y adoro esa cita que deberían tener en mente toda esa pandilla de analfabetos funcionales a los que te apetecería decir: ¡¡cállate capullo!!, pero eso choca drásticamente con el lenguaje verborréico enrevesado que acostumbro a utilizar cuando me expreso. De nuevo aludiría a la bipolaridad, pero sería repetir más de lo mismo y hay quien dijo que las grandes obras siempre se escriben lo más cerca del punto final ... ¿o eran los artículos periodísticos? “Caput”. Quizá en el fondo me guste que no me comprendan y por eso tienda a hacerlo todo más complejo, más difícil de ver, o más abstracto.

La comprensión. Es curioso porque la “Wikipedia” famosa de internet dice que el entendimiento o intelecto en su sentido más común se considera como la facultad de pensar, el cómo y el dónde se produce el pensamiento como capacidad de leer el interior de la realidad de las cosas, y por tanto de comprenderlas mediante conceptos adecuados a la realidad de ellas. Según esto si yo fuera una materia que el resto tuviera que entender, habría de considerar al 90 % de la gente con la que mantengo contacto unos putos descerebrados, pasando por conocidos, compañeros o alguien con quien simplemente folle. ¿Por qué? Bueno, ¿por qué todos me dicen loca? O mi “preferida”: “¡qué mal estás!”. Capullo, defíneme el bien y el mal. Pero la mayoría de la gente presume de experiencia de la vida, una vida que no suele ser más que un puto episodio mediocre desde el que se creen capaces de aconsejarte o criticarte o hasta juzgarte y mentalmente sentarte en la silla eléctrica en la que van a achicharrarte. Pero tranquilo, que si eres de aquellos que caminan detrás de la fila probablemente te salves y hasta triunfes: trabajo, amor, relaciones, ... A fin de cuentas, y a una frase de la película de Ghost World me remito, : “Sólo los gilipollas tienen buenas relaciones”.

Que yo hablara de relaciones sería ridículo: pienso más con el coño que con la cabeza. Bueno, quizá eso sea un poco exagerado, pero llegas a esa conclusión cuando te interesa tanto la lectura sobre sexo, escribes casi siempre sobre temática de sexo, piensas en sexo varias veces en una jornada, te masturbas a diario, y una vez que empiezas a follar no pararías hasta quedarte completamente sin aliento y sin movilidad en ninguno de los músculos de tu cuerpo – bueno, quizá ese último punto dependiese del prototipo de “follador/a” que te tocase -. ¿Ninfomanía? Me lo han dicho. Me lo he planteado. Pero no soy promiscua y creo que eso es un requisito básico para ser ninfómana, claro que ¿con cuántos tios tendría que acostarse una tia de mi edad para ser considerada promiscua? ¿Con cuántas tias un tio? Algo así preguntaba Susana en la película de “Inocencia Interrumpida”, pero quizá si me metiera ahora a hablar de temas sociológicos y feministas acabaría haciendo una especie de manifiesto y tampoco pretendo eso ahora.

¡Manifiéstate! Se tu mismo. La publicidad está plagada de anuncios de ese tipo: pensar por ti mismo, ser original, bla bla bla. Yo no creo que nadie tenga un pensamiento original supremo, creo que nos alimentamos del pensamiento de otros y vamos construyendo cosas nuevas, pero en realidad son los mismos pensamientos antes desarrollados por otros en contextos diferentes. Platón, Aristóteles, Newton, Descartes o Maquiavelo quizá pensaron cosas pro primera vez, única y exclusivas, puede que hasta algún genio de la actualidad también, y sentaron las bases de la filosofía, sociedad, política o ciencia, un mundo que construimos en base a eso, y sobre el que pensamos en base a eso. Pero no hay pensamientos propios, son ... conjugaciones.

A veces pienso que lo mejor sería dejar de conjugar. Yo dejo de conjugar (pensar) cuanto tengo sexo, igual por eso me gusta tanto. No piensas, te limitas a sentir, a sentir desde tu vagina, a sentir un aliento que se agita, ese sudor que resbala, o el tacto de la otra persona, o su sabor, o su olor, pero no sientes desde tu cabeza, nunca desde ahí, y es tremendamente gratificante. Puede que ahora dedique el resto de mi vida únicamente a contar orgasmos.