jueves, 16 de abril de 2009

6. El Arte y El Artista.


En la foto : Meat Cable, 1966, de Paul Thek.


Estaba recordando el viaje a Madrid que hice hace un mes y mi visita al Museo de Arte Contemporáneo. Como estudiante de Historia del Arte, el arte me apasiona, pero no fue hasta el primer seminario cuando me paré a pensar acerca de qué es el arte. Resulta curioso la manera en que clasificamos el conocimiento en cajones, yo quiero pensar que no son herméticos y que cómo las galerías de las pirámides, conexionan un cajón con otro.

Ese día en el que preparé el seminario fue el primer día que me hice a mi misma la pregunta de qué es el arte, o lo que es lo mismo : ¿qué era el arte para mi?

En general concebimos el arte como un medio de expresión, que requiere de dos factores claves que son: el artista y el observador, que mutuamente interactúan por medio de la obra – el artista tratando de transmitir algo al observador, el observador esperando percibir algo desde el artista a través de dicho arte: como puede ser en un cuadro o una escultura.- En todo caso este arte tiene una intencionalidad: la de transmitir algo. ; y en general, esto es lo que todos entendemos por arte.

De acuerdo con esta definición yo podría considerar arte desde “Las Meninas” de Velázquez, con su intencionalidad de retratar a la familia de Felipe IV en un entorno cotidiano y familiar; cómo podría considerar arte una obra desfigurada de Alberto Giacometti en busca de alcanzar lo sublime por medio del ejercicio de nuestra propia imaginación situada en el contexto que él nos da, cómo podría considerar arte la meada de un artista exhibida el 13 de marzo de 1970 (tal y como recogía la noticia de un foro de internet).

Según esto yo consideraría arte a toda obra que ha sido creada con la única intencionalidad de transmitir algo: un sentimiento, un estado de ánimo, un pasaje histórico, o incluso una personalidad.

Ahora bien, todas las cosas realizadas por el hombre comparten algo fundamental: un diseño. Este diseño responde a cumplir una objetivo o solucionar un problema – es decir, que el diseño tiene un función práctica - , pero además se realiza con una forma determinada, unos colores determinados, un material determinado - tiene una función estética -. Por ejemplo: un teléfono responde a una función práctica de comunicación pero responde también a una función estética: hay teléfonos negros, blancos y rojos, alargados, redondos, de pared, o estilo retro,... y este diseño con función estética se dirige a crear objetos que nos resulten más bellos, más apetecibles, más agradables...

La pregunta sería: ¿Podría considerar arte estos diseños? Yo, de acuerdo con mi definición: no, puesto que para mi sólo sería arte aquello con una única función : la de transmitirme algo, y un teléfono redondo rojo puede resultarme muy bello pero, ni el creador tiene la intención de transmitirme ninguna emoción, historia o sensación, ni yo espero encontrarla : veo el teléfono por su utilidad, por muy bello e impactante que su forma y/o color pueda resultarme. Ahora bien, si un artista sitúa un teléfono en medio de una sala vacía con la intención de transmitir algo, si consideraría eso una obra de arte.

Llegados a este punto la obra de arte sería definida como el objeto cuyo contexto se presta a que el artista transmita y que el observador perciba.


En su día llegué a esa conclusión, y hoy la mantengo. Sin embargo hoy he pensado en el otro lado: en el artista como tal. Desde una apreciación más subjetiva, como un intento – probablemente fracasado – de artista que me considero, concibo al artista como un ser bastante desdichado, continuamente sometido a juicio, examen, e incesantemente mal interpretado.

Errante camino del que desprecia los sentidos, pero no menos errante que el de aquel que por entero se cobija en los mismos. Pobre vida la de aquel que desprecia la vida de por sí, ... el que ahogó sus penas y sus risas por completo en el mundo del sentir. No tomo aplomo, ni constancia, ni esfuerzo, ni vagancia, ni entendió nada de lo que hablaban en aquella sala de matemáticas, ni la política tuvo comprensión para él. Que ni tan si quiera usaba palabras, usaba sonidos : que cerraba los ojos y los veía, y los sentía , como un piano en su mente; se sumergían sus ideas entre las teclas como la mano, que acaricia con cuidado el blanco y negro, con los guantes de terciopelo como si se tratasen de dedos de porcelana , que no su mano, sino las teclas de aquel piano ... de su mente.

Escribe, toca y habla porque siente, y piensa sólo el sentido de lo que siente, algo tan fuerte que no puede descifrar, ... Se enmudece, al narrarle su vida al que no comprende : el que desde fuera parece obviar que se trata de una criatura desdichada. Que si alcanzar sus cotas tu pudieras , despídete de aquello que por completo conozcas, que al borde de su mente no hay cabida para aquello que no transmita algo al interior: toda tu vida. Tocará el nudo de tu corbata como si de la piel de un melocotón se tratara y habrá visto en su tacto algo desconocido para ti, que no alcanzas a comprender que no ve un nudo, ni tan siquiera un cuello o una corbata, puede que ni a ti.

Dejó de vivir en la cabeza, y vivió en el corazón, y que azotada por el viento sea así siempre, aunque salga el sol, o llueva, o se moje su rostro, por siempre sienta ... y al borde de la locura el que la mira, el que lo mira y mira su estado inalcanzable de perturbación. Elige si decides verle desde fuera porque lejos de su mente ya quedó que estés en ella.

Que el reflejo en el espejo se parece, porque míralo que estático enmudece, como él, como ella, como el que calla y siente. Que las palabras no son suficientes para explicarlo, sólo un sonido, la melodía triste del alba, o el baile fúnebre de un atardecer; el dueto de los enamorados que fervientes se dan a su deseo y su placer. Y elige ese momento y esa melodía, que lejos de sonar fuera, se crea dentro de ti, y fluye fuerte por tus venas, acompasada por el latir de tu corazón, por su latir.

No alcanzo a explicarte su desdicha , la de ella , la de él, la del artista que no es capaz de apreciar nada más que su arte, que se evapora la realidad de sus ojos y se torna borrosa la lógica : deja de comprender lo que todos hablan , sólo lo que siente tiene razón, lo que viene por dentro, lo que le mueve por dentro. Que pobre desdichada la vida del artista, que enmudece de pronto, que habló fuera de tiempo o de lugar, y prometió ser diestro cuando todos fueran zurdos y zurdo en un diestral, pero sin firmar promesa. Pobre vida la del artista que no tiene lugar que ocupar, porque no concibe lugar que ocupar, porque no hay nada que no pueda tocar ... en su mente . No hay, no existe viento que no se traduzca en música, ni pasión en color rojo, ni desilusión en la sangre de la muñeca que empapa una colcha.

Toca músico y compón poeta, deleita y que te aplaudan y te admiren y que te frustre, porque aplauden y admiran aquello que no comprenden y no sienten , lejos de percibir en ello lo mismo que tu, lo mismo que él, lo mismo que ella.

Si hubiera de concederle a alguien un mecido perpetuo en el regazo del sentir, tan sólo el artista tendría este privilegio. Al resto se lo amputo, aunque no me hagan ni caso, pues ¿qué es el ser humano actual más que una mera caricatura de todo lo que siente ha sentido y quiere o espera sentir? Una vez escribí que el entendimiento de la vida como un desarrollo de la esfera personal y la autorrealización fomenta un distanciamiento para con los demás que dormita sobre el lecho de la independencia y la originalidad, como valores fundamentales. Nos creemos dioses, en el sentido del constante reclamo a la autodeterminación cual el dios de Aristóteles que era causa y efecto a la vez. La constante llamada al mundo del sentir, dónde todo es perceptible y por tanto ha de generar mil y una sensaciones provoca individuos auto reflexivos, que permanentemente evalúan el mundo, a los demás y sobre todo a si mismos, individuos dudosos e inseguros, cuya constante evaluación de sus propias emociones altera el modo de que han sido percibidas. Sobre esta base tan endeble, el individuo sigue dudando, fomento de un distorsionado Descartes que dudando de todo en la oscuridad, alcanzó la verdad absoluta de la cual no podía dudar. Mas sí, el individuo duda aislándose del mundo, pero ¿llega el hombre de hoy a conclusiones indudables? Permanentemente dudosos, permanentemente inseguros no habrán de hallar certeza sino más auto evaluación que será madre a más dudas y aun más interrogantes que generen así un individuo insatisfecho. Es la imagen del que constantemente se pregunta si quiere realmente a su mujer, porque siente esto, siente lo otro, o siente un terrible excitación cada vez que se cruza con su vecina en el rellano. O aquellos que magnifican la idea del orgasmo y a quines habría que decirles, como un profesor me dijo nos dijo en una clase a los alumnos: créanme, que si suena el teléfono, lo oyes.

Sólo otorgo licencia para regodearse en el mundo del sentir al artista porque el mundo del sentir es su herramienta de trabajo dado que su trabajo es una comunicación constante que ha de establecer con su público por medio de los cinco sentidos. El resto, nos regodeamos en el absurdo.

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