jueves, 16 de abril de 2009

7. Rememorando viejas filosofías.

Haciendo memoria e invesigando en subcarpetas del PC me he encontrado con un especie de ensayo a dos episodios que escribí hará más de dos años, y a los que me remito mucho como un pequeño esquema de filosofía barata, para explicar y explicarme muchas cosas del comportamiento de mi misma o los demás.


CAPITULO1. “Debacle racional”
Me fugué. Me fugue de mi vida por la puerta de atrás. Me fugue de mi vida sin pensar, y arranque de mi ser el ``sentir´´ algo, el experimentar. ¿Por qué? Simplemente decidí dar por finito y acabado el pensamiento ``racional´´ y torturador, perpetuo e hiriente del hombre actual.

En el vagar de mi mente por su enramada estructura me di cuenta del idiota y absurdo comportamiento del hombre que encuentran hoy. Nacemos preprogramados para aprender, pero influenciados por el contexto en que lo hacemos. Somos seres motivados, en el sentido de que siempre existe un móvil que dirige nuestras acciones hacia una meta. Somos pues ``interesados´´ y ambiciosos por naturaleza. Pero a la vez somos animales emocionales, respondemos fisiológicamente a determinados estímulos externos, en función del significado que otorgamos a distintas situaciones. Somos un cómputo biológico-experiencial como organismos dependientes de nuestras propias facultades y comportamientos biológicos, pero también del contexto social en que son desarrollados. Y por tanto, al depender de tantos y tantos factores que subyacen a estas dos grandes estructuras, el desarrollo humano será perfectamente variable en función de la variabilidad de cada uno de esos múltiples factores. Por tanto, como organismos dependientes de tantos y tantos factores, ¿podrá ser algo absolutamente predecible?

Sin embargo el individuo actual parece creer poder, más bien, deber predecirlo todo y constantemente somete su vida a profundos análisis que ocupan su tiempo rebanando hasta el último centímetro de su ``racionalidad´´ .

El entendimiento de la vida como un desarrollo de la esfera personal y la autorrealización fomenta un distanciamiento para con los demás que dormita sobre el lecho de la independencia y la originalidad, como valores fundamentales. Nos creemos dioses, en el sentido del constante reclamo a la autodeterminación cual el dios de Aristóteles que era causa y efecto a la vez.

La constante llamada al mundo del sentir, dónde todo es perceptible y por tanto ha de generar mil y una sensaciones provoca individuos auto reflexivos, que permanentemente evalúan el mundo, a los demás y sobre todo a si mismos, individuos dudosos e inseguros, cuya constante evaluación de sus propias emociones altera el modo de que han sido percibidas. Sobre esta base tan endeble, el individuo sigue dudando, fomento de un distorsionado Descartes que dudando de todo en la oscuridad, alcanzó la verdad absoluta de la cual no podía dudar. Mas sí, el individuo duda aislándose del mundo, pero ¿llega el hombre de hoy a conclusiones indudables? Permanentemente dudosos, permanentemente inseguros no habrán de hallar certeza sino más auto evaluación que será madre a más dudas y aun más interrogantes que generen así un individuo insatisfecho. Esto no gusta, y el individuo se encamina hacia una búsqueda de la felicidad como fin último en su vida que apague su ardiente insatisfacción. Sin embargo esta búsqueda no lleva nada, cómo la excitación sexual, la felicidad sólo aparece cuando no ha sido buscada, porque del mismo modo ni siquiera sabrás que ha aparecido, simplemente te limitarás a vivir el momento sin plantearte si la felicidad ha llegado a tu vida. Sólo cuando no lo seas sabrás que entonces lo fuiste y sabrás del mismo modo no haber sido consciente de ello. Si entonces no auto evaluabas tu estado de felicidad, si entonces no te preguntabas acerca de ella, ¿no habrá esto de demostrar lo enfermo del raciocinio del hombre actual?

Pero el hombre de hoy busca su felicidad en base a esa golosa idea de un permanente estado de euforia, que la sociedad actual nos presenta como posible. La publicidad y el mercado de consumo generan individuos cuya conducta ha variado a la par que sus flujos motivacionales. El objeto de la motivación es ahora desproporcionado, generalmente materialista y guiado por gustos y caprichos, por tanto pasajeros que generan individuos insatisfechos y frustrados ante metas inalcanzables por ser desproporcionadamente ambiciosas o por ser temporales afines a los gustos del ``genio ejecutor´´ .

Si bien pensando en esto no hallaba solución aplicable al contexto de la actualidad que no supusiese un cambio del propio contexto, culpé al pensamiento y el acto de pensar y decidí dar por concluido mi raciocinio errante y causante de mi egocéntrico malestar, para dejar fluir la vida hasta mi tiempo, sin preocuparme por lo que habría de llegar, quizá, a juicio de algunos, abrazando la idea de destino al dejarme marioneta a sus manos. En todo caso llegué a considerar el pensar enfermedad que habría de torturar mi alma hasta lo incalculable, y habría de suponer debacle de mí mismo pues no habría de hallar libertad alguna. En base a la búsqueda de este derecho que me convierta en persona por medio de mi elección, ¿cómo habré de poder elegir con un pensamiento dudoso, traicionero y constantemente contaminado y condicionado por las evaluaciones desmesuradas que alteran mi percepción? ¿Cómo habré de elegir acerca de aquello que percibo, cuando lo que percibo no es aquello que creo percibir? Y de acuerdo con esto, no podría considerar mis elecciones mías, y por tanto sin ``verdaderamente´´ poder elegir, ¿cómo considerarme libre?

Ante estas conclusiones llegué a considerar verdugo al pensamiento de mi propia libertad, y hallé entonces como única salida el abandono pleno de mi pensamiento racional.
Comenzaba así mi vida como animal, guiándome por instintos y estímulos a los que dar respuestas aparentemente limpias ( y digo aparentemente limpias, pues como ser humano, imposible sería la eliminación completa de todo acto por mi parte de razón. )
Que el instinto me guíe por las sendas que el mudo habrá de presentarme, aléjate razón de toda mi elección pues sin poder pensar habría de sentirme aún más libre que debiendo pensar.




CAPÍTULO 2. Superado el pensamiento nace el animal

Perdido el tesoro aparentemente más preciado, un abanico de sensaciones inimaginables, comencé a ver mi vida como un espectador, que sólo es partícipe para dar al botón del play.
No pensé, no había necesidad, me limité a percibir un mundo limpio de mi propio caos interior. Saboreé el gusto de una nueva concepción de libertad, más viva ahora que nunca, carente de reproches y, sí, despreocupándome un poco de mi responsabilidad. Sin hallarme permanentemente consciente, la seguridad regresó a mi lado, y la confianza era un concepto que se hallaba en mí sin tan siquiera plantearlo. No había problemas ni amarguras, pues no puedo percibirlos como tales si no soy capaz de analizarlos y procesarlos constantemente como problemas. Utopía parecía realizable.

Continué mi vida limitándome a vivir. Amé sin plantearme si amaba, disfrutando del sexo concebido como tal en un caos de sudor y saliva, me cerré tan sólo a dejar llegar la vida a mi. ¿ Erré? Probablemente. La propia naturaleza emocional del hombre trae consigo el pensamiento, y tarde o temprano habrás de pensar, entonces regresaras al caos, a la duda constante de tu egocentrismo puro donde sólo habrás de importar tu.

Las cosas no son para siempre, todo tiene un principio y un final. Es como las relaciones, mitificadas en una pareja perfecta que ha de entenderse en todo momento. Mas al fin de la comedia empieza el drama, y el drama siempre llega: la convivencia. ¿Y los años? El amor del pasado se desintegra poco a poco como leña consumida por el fuego, y cual polvo en los estantes se acumulan los recuerdos, el cariño y sobre todo, ese acostumbrarse a la otra persona como alguien que sabes que tienes al lado. Pero, ¿perdura el amor? A mi juicio no, porque nada es para siempre. Si hoy el hombre se guía por caprichos, ¿no habrá de hacer lo mismo en el amor? ¿en las relaciones? Es dudoso, inseguro, ¿cómo querer sin saber realmente si quiero? ¿cómo querer cundo necesito plantearme si quiero?

El amor es irracional, porque no necesita ser pensado, sólo experimentado. Pero es el arma mayor que consigo trae el hombre. El amor duele, destroza, te obsesiona y arrastra al mundo de la locura, dónde crees poder ser dueño de lo imposible de poseer, crees poder domar la vida del otro, y crees deber hacerlo. Eres inseguro, caprichoso, contradictorio en base a ser a veces complaciente, a veces dañino,... Y es una droga, que una vez probada quisieras que se aleje tan solo unos instantes pero cuando lo hace quieres volverla a tener. Amigo deleitoso, torturador del alma, fomento de una idea de éxtasis permanente, dañino por naturaleza. Soy la aniquiladora del romance y el romanticismo, vale más un corazón frío y vacío que un corazón herido, sabiendo que la herida habrá de ser sufrida, sabiendo que el vacío podrá desvanecerse si no me planteo tan siquiera su existencia. Niégate a enamorarte, niégate a querer, no echarás de menos nada que no necesites, que no hayas deseado. Muerte al amor.

Como animal caliente guiado por impulsos me limité a complacer mis necesidades, en base al palpito de mi sexo sin preocuparme por la magnitud de lo sentido, sólo como un instinto de supervivencia. Las relaciones eran sólo mera satisfacción carnal, ¿por qué habrían de aportarme algo más? La base empalagosa del cariño, compañías forzadas, la familia las da. El amor verdadero reside en los amigos con quienes te sinceras, con quienes te diviertes, con quienes encuentras de nuevo ese estado de no pensar. Aportarán entonces las relaciones sentimentales sólo satisfacción de un mero reflejo animal.

Sobre este pensamiento construí mi vida ahora como animal.





Pese a todo el aplomo que pongo en la defensa de estas ideas, no busco adeptos a mis filosofías, considero que para hacerlo habría de ser la primera militante de ellas, y todos sabemos que soy tan puramente mediocre como el resto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario